jueves, 1 de septiembre de 2016

RETOMEMOS EL CURSO DE LOS RÍOS



El verano ha pasado. El periodo vacacional queda atrás, pero permanecen los recuerdos de los lugares visitados y las personas que hemos conocido.



Tras cuatro semanas disfrutando de un exótico viaje, desde Esfera Viajera, hemos estado pensando cómo afrontar este nuevo inicio. Necesitábamos un elemento convergente de tantos y tantos destinos con la finalidad de unir experiencias, recorridos, problemas, personas, diversiones para terminar en el punto en el que todo se retoma, donde todo se junta y queda el pensamiento de lo disfrutado y de lo que queda por vivir en los futuros viajes.



Por lo tanto, nada mejor que tratar este reinicio desde el final de las vacaciones hablando de lo ríos. Sí, de los ríos. Esas masas de aguas que nacen en las montañas provenientes de las precipitaciones y de las nieves del invierno y que cuando llega el momento se derriten y comienza su viaje hasta desembocar en los océanos.



Si lo miramos con objetividad la gran mayoría de los lugares mas emblemáticos del mundo están asociados a un importante río. Y es que el ser humano desde siempre ha sabido de las bondades de asentar las grandes urbes cerca del abastecimiento del agua.



Hay ríos impactantes como el Amazonas, que atraviesa Brasil, ríos con historia como el Tíber a los pies de las grandes ruinas del imperio Romano y a los pies de la Ciudad del Vaticano. Tenemos los ríos románticos como el Sena, en el que se puede disfruta de bonitos paseos embarcados.



Hay un río en Europa especial para nosotros. Y es que la experiencia del ser humano está tan vinculada la música que El Moldava de Smetana es el preludio, nunca mejor dicho, para contemplar la belleza de dicho río a su paso por la magnífica Praga. Su sonido, su extensión y el puente de Carlos atravesándole a los pies del Castillo lo hacen inigualable.



Pero que no nos escuche el Danubio (Donau, para la gran parte de sus convecinos). Ya que este musical río atraviesa una de las más hermosas regiones de Europa. Viena, Bratislava y Budapest y gran parte de Rumania se desarrollaron entre sus meandros, siendo durante muchos siglos el límite de las guerras y de las invasiones.



Luego están otros ríos más asociados al desarrollo económico como el Rhein, que recorre toda la selva negra atravesando parte de la Alemania más desarrollada en el entorno de Dusseldorf y que hacen de él una magnifica autopista para conocer sus lugares, sus catedrales como la de Strasburgo, Spira, Coblenza, Colonia, o la capilla de Aquisgrán.



Ríos decepcionantes para nosotros como el Volga, por su  color tan artificial rozando lo fosforesce (qué culpa tendrá el río del uso que le damos los humanos) y ríos de admiración y elegancia que navega entre palacios como el Neva a su paso por San Petersburgo.



Cambiando de orilla, recordamos el Mississippi River, inspirador de tanta películas y que desemboca en la mágica Nueva Orleans. Soul y carnaval, y mítico por su escenas y paisajes de manglares. Compite con encanto y visitas turísticas con el Rio Colorado, famoso por su gran cañón y que presume de nacer de las imponentes Rocosas.



También tenemos ríos de civilizaciones como el Tigris o el Éufrates, pero especialmente el Nilo. Sus impactantes puestas de sol, su aderezo de templos egipcios, de tumbas faraónicas, de grandes urbes históricas y tantos y tantos tesoros que alberga. No solo recoge desde Abu Simbel hasta Luxor, la antigua Tebas, sino que serpentea y enriquece los restos de Amarna, los restos de Saqqara y la antigua Menfis, para llegar al Cairo moderno y terminar en un magnifico delta que albergó en su día la colosal Alejandría.



Un post tan nostálgico como este, no puede acabar mencionando otro río que no sea el más sagrado de todos los tiempos. Sucio, mal oliente, lleno de cenizas, pero repleto de misticismo, vacas sagradas y de espiritualidad. No puede ser otro más que el Ganges (Ganga), donde el alma se depura (porque seguro que el cuerpo no). Donde tantas personas creen que alcanzar su muerte en Varanasi les llevará al Nirvana. Un Nirvana tranquilizador, un Nirvana del que Siddharta Gautama (Buda) predicó en sus orillas.



Allá donde vayamos seguro que hay un río de agua, un río de pensamientos, de deseos y de sueños.

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